Hay un punto en común entre el Salmo 103 y el 42, es que ambos se dirigen al alma. En esta oportunidad el Rey David le habla a su alma y le dice: Bendice, alma mía, a Jehová.
Bendice, alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios. Salmos 103:1-2
Al parecer no lo estaba alabando lo suficiente y le dice que lo haga con más intensidad. No de la forma superficial solamente, sino internamente, con todo su ser.
Podemos “alabar” a Dios de forma externa, hasta por rutina dentro de la iglesia, pero la verdadera alabanza es la que se hace con el corazón, con el alma. Reconociéndolo en toda nuestra vida y no solamente en situaciones complicadas.
BENDICE ALMA MÍA EN TODO TIEMPO
Nadie más que Dios está con nosotros, en los buenos y en los malos tiempos, no nos abandona. Entonces, tenemos razones suficientes para alabarlo con el alma.
“Él es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias; El que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias; El que sacia de bien tu boca De modo que te rejuvenezcas como el águila.” Salmos 103:1-5
Sus beneficios son dignos de alabanza, y esto debe doblegar nuestro orgullo y levantar nuestra gratitud diaria para mantenernos fieles y firmes en la fe.
Recuerda cada día lo que Dios hizo por ti y bendícelo con toda tu alma.