Hay mucha gente que no tiene escrúpulos con las cosas que hace o que se jacta por ser “más viva” que otros; sin embargo, sin darse cuenta, que son responsables de sus actos y lo que no sólo cosecharán la consecuencia de los mismos, sino que además deberán rendir cuentas a Dios.
Unas cuantas fresas
¿No quiere usted fresas silvestres? – preguntó cierta mañana un muchacho vendedor de estas frutas a una de sus clientes.
La mujer contestó que sí y quitándole la pesada cesta que llevaba entró a la casa.
El joven no la siguió, sino que permaneció en la puerta, silbando a unos canarios que estaban en su jaula, colgando en la puerta.
- ¿Por qué no entras para ver si peso bien las fresas? – le dijo la mujer – No puedes saber si no te engaño en el peso.
- No creo que usted me engañe, señora – dijo el muchacho – pues en tal caso recibiría usted la peor parte.
- ¿Qué quieres decir con recibir la peor parte? – preguntó la señora.
- Es muy sencillo. Yo solamente perdería mis fresas, que valen unos pocos centavos, pero usted estaría cometiendo un pecado y esto es realmente la peor parte, porque Dios la ve, aunque yo no la vea.
Todo lo que siembres cosecharás
No importa cuán bueno te consideres engañando a los demás, sea en cosas grandes o pequeñas; Dios no puede ser burlado.
“No se dejen engañar: nadie puede burlarse de la justicia de Dios. Siempre se cosecha lo que se siembra. Los que viven solo para satisfacer los deseos de su propia naturaleza pecaminosa cosecharán, de esa naturaleza, destrucción y muerte; pero los que viven para agradar al Espíritu, del Espíritu, cosecharán vida eterna.” Gálatas 6:7,8
Procura vivir para agradar a Dios, no para satisfacer deseos terrenales porque la recompensa de estos últimos será pasajera.