Existen oportunidades en las que, por un mal negocio, un mal cálculo o simplemente porque las cosas no salieron como esperábamos no tenemos con qué pagar nuestras deudas, ¿te ha pasado?

El juez pagó la deuda

Se cuenta que trajeron ante un juez a un hombre por haberse negado a pagar su viaje en taxi. El acusado rogó que le dieran tiempo para conseguir el dinero.

  • ¿Dónde lo obtendrá? –preguntó el juez.
  • ¿No me lo podría prestar usted? – contestó el acusado.

Ante la respuesta, el juez se quedó admirado y divertido por la osadía del acusado, sacó su billetera y le alcanzó lo suficiente.

  • Páguele al hombre -le dijo- y no se olvide devolvérmelo el sábado.

Y tú, ¿tienes con qué pagar tu deuda?

Todos tenemos una deuda muy grande, imposible de pagar por nuestros propios medios. Por eso, nuestra única esperanza es acudir al Juez Supremo y aceptar su sacrificio como pago de nuestros pecados. Solamente necesitamos reconocer nuestra condición y aceptar el regalo de su salvación.

Y todo esto es un regalo de Dios, quien nos trajo de vuelta a sí mismo por medio de Cristo. Y Dios nos ha dado la tarea de reconciliar a la gente con él. 2 Corintios 5:18

Si bien la salvación que recibimos es por gracia, debemos procurar vivir honrando ese sacrificio tan grande, como agradecimiento a tanto amor.

Ninguno de nosotros puede decir que no necesita la salvación o que puede hacerlo por sus medios; la única forma en la que nuestra deuda puede ser saldada es a través de Jesús.